¿Cuántas veces mira a un lado y al otro de la calle, antes de abrir la reja que separa su casa del mundo? ¿Reemplazó el anillo que solía usar, o evita ir salir a ciertas horas? ¿Dejo de hablar con su vecino en la puerta?...
Es demasiado probable que sus hábitos hayan cambiado en los últimos tiempos, haya o no sufrido o presenciado un hecho violento. La inseguridad no necesita de las estadísticas delictivas para afectar el bienestar mental de la población, provocarle ansiedad, aislamiento, fobia social, pánico y hasta delirio de persecución…
Hay una especie de acostumbramiento y resignación en nuestra sociedad, porque la sensación es “descreimiento y desamparo”. “La realidad es así y tengo que vivirla de esa manera” – dicen algunos, pero nosotros no queremos vivir así y saldremos nuevamente a la calle. Porque es un problema de todos, pero responsabilidad de pocos, que son los que mandan…