domingo, abril 25, 2010

Se filmó una porno en Ramos Mejía

Más de 300 personas colmaron Tarantino, el boliche donde actuó Milena Hot. Pagaron veinte pesos, que además les daban acceso a pizza libre, cerveza y un tour por un sex shop con sus obras. Una crónica caliente.




Más de 300 personas colmando el local Tarantino, uno de nuestros bares con 20 mesas, sector reservado y sillones varios– no se ponía de acuerdo sobre si se inclinaba por la pizza de mozzarella o por la de jamón y tomate en rodajas o si se atrevía a la cerveza, al vaso de vino o a la coca de maquinita. Pero ahora las luces se han apagado al igual que los doce monitores de plasma desparramados por el local que, desde hacía horas, emitían imágenes de bombeos no precisamente de agua, e irrumpe en escena una morocha en ropa de guerra que alborota la digestión –la misma, como todo el mundo aquí lo sabe, de los videos–.

 
Segundos más tarde, hace su aparición un hombre apodado Joe el Mercenario que se quita todo su uniforme de soldado en un sincronizado revoleo de boina –éste es su debut oficial–, un joven que, cuando lleva la ropa puesta, se dedica a trabajar de luchador en fiestas infantiles –hace precisamente de Mercenario Joe–. Junto a la pareja, sube un hombre regordete de mechas al viento que registra todo cámara en mano y busca el ángulo más conveniente para captar primeros planos de la guerra.

No vaya a creer que éste es un episodio menor. A decir verdad, tiene algo de histórico. La morocha, célebre en el rubro, coreada y codiciada desde las mesas, se hace llamar Milena Hot, actuó con la Cicciolina y el legendario Rocco Siffredi en una película aún inédita, y ha batido récords varios en el género del porno: mayor cantidad de penetraciones en una misma escena de Latinoamérica –por 25 hombres–, mayor cantidad de películas grabadas –según su director, más de 200 y sigue sumando–, y desde semanas atrás, la primera en protagonizar una porno filmada en vivo en un local abierto al público.

“La gente nos lo pedía, pero yo siempre dije que no”, se entusiasma Rubén Danilo, director e ideólogo, cuando todo el asunto ha culminado, y reconstruye la génesis bañado en sudor, como futbolista que acaba de culminar un superclásico. “Yo tenía reparos porque filmar en vivo te rompe el clima, y joroba la atención, sobre todo, a los varones que actúan. El porno siempre fue reticente a abrirse al público. Pero yo soy un hombre osado y me gustan los desafíos, así que se lo propuse a Milena y acá estamos”.

La entrada era una ganga: 20 pesos con pizza libre, torrentes de cerveza y un tour previo por un shopping ratonero: venta de geles íntimos, filmografía selecta de Milena Hot, consoladores coloridos y rutilantes como globos de payaso proveídos por Rey Adulto, uno de los fabricantes más prósperos en pitos, y la flamante línea de ropa de Milena Hot con un traje de acrílico inspirado en un modelo de Ibiza que hace parecer que uno anda en pelotas y, cuando transpira, el acrílico, como por arte de magia, se empaña.

Además, para afortunados, la posibilidad de colarse en la escena y quedar sin pantalones para la posteridad. Danilo dice que todo fue una coreografía premeditada: “Recién los pude llamar cuando sentí que el grueso de la escena estaba registrada. Muchos, cuando reservaron, nos preguntaban si podían participar, ‘algo livianito’, e hicimos una selección no bien entraron. No sea cosa de poner al primer loco que viene”.

Julio Bocca baila –o bailaba–. Lionel Messi hace goles y gambetas. Milena Hot, egresada de un colegio religioso y sin una operación encima, tiene sexo también ante cámaras. “En el exterior, me piden que me deje todo natural; si me opero, muchos productores se me van”. No importa si es frente a cien personas. No importa si hay que introducirse una máquina, un cóctel de frutas, un desconocido –Milena además, por siete mil pesos ofrece filmar películas a clientes en su hogar y les entrega el original para que hagan de su pito un éxito–, ella no tiene historia. Esto es su pasión. “Desde chica quería ser actriz porno. En verdad, me imaginaba como una chica Playboy. Todavía estoy en carrera, ¿no?”.

Ver una película porno en vivo es algo que no se olvida. El equivalente emotivo a ver cualquier deporte en el mismo estadio. Hay algo de irradiación magnética de la carne en actividad que sólo se vive in situ, en el lugar de los hechos y que la cámara fracasa en reproducir. Por ejemplo, aquí en esta noche de viernes, hay cierta glotonería magnética en la forma en que Milena Hot sujeta el miembro de la estrella de fiestitas infantiles y se lo coloca en diversos orificios del cuerpo. Hay cierto fuego aullante en el modo en que grita la otra actriz cuando Milena la lame como si fuera un pote de Freddo. “Mi fuerte –dice la Hot– es el sexo oral. Le pongo una energía especial al tema y mis fans lo reconocen”.
La filmación dura 50 minutos y, al culminar, la gente aplaude de pie –excepto los espectadores que han pasado del otro lado de cámara y se ocupan de localizar nuevamente su ropa–. El público eructa mozzarella, se lleva el autógrafo de Milena, las películas, el gel íntimo a su casa y aguardan la salida del DVD con los resultados.

En mayo, cuenta el director, Milena tendrá un reto aún mayor: enfrentar en este mismo lugar a diez modelos de máquinas sexuales. ¿Se impondrá el poder de su lengua de fuego de la Hot y su vulva todo terreno, o la balanza se inclinará por el acero y la tecnología de punta? Que Dios y Joe el Mercenario la ayuden.


Diario Crítica de la Argentina