La ausencia de control en las obras, los cambios en la regulación y los "arreglos" en las inspecciones transformaron algunas edificaciones en verdaderas trampas mortales.
Departamentos a punto de desmoronarse, obras en construcción sin medidas de seguridad para los frentistas, barrios colapsados y el riesgo de un Cromagnon en puerta, representan la cara visible de una problemática alimentada por la ineficiencia.
La Argentina da para todo. Si se parte de ese paradigma entonces es posible comprender, más si un poco de sentido común cabe, cómo casi dos millones de habitantes conviven en un municipio carente de una planificación urbana coherente.
Pero es equivocado pensar que La Matanza es la excepción a la regla: si algo enseñó la tragedia de Cromagnon, fue que no enseñó nada.
El dicho dice que el hombre tropieza dos veces con la misma piedra, y algunos políticos parecieran agradecerlo constantemente.
El deterioro y la ausencia de control no se remiten tan sólo a inmuebles alejados del centro neurálgico de La Matanza. Sin ir más lejos, Ramos Mejía lentamente se transformó en un caos urbano, condensando edificios de gran porte sin el debido estudio de impacto ambiental.
Una muestra de ello son las construcciones que desafían el sentido común, como los ascensores dentro del drugstore en Avenida Rivadavia 1435…, donde a diario la gente debe atravesar el comercio para subir al edificio.
Sin recorrer demasiado, el edificio lindante al Hipermercado Coto no resiste el menor análisis de cuanto especialista en siniestros lo estudie: con más o menos 30 pisos, se torna uno de los más peligrosos de la zona. ¿Por qué?
Ésta situación no solamente representa un peligro para los inquilinos y propietarios, sino que al encontrarse en una zona comercial altamente transitada, difícilmente la ecuación tenga un resultado diferente al que la lógica impone.
Sobre la segunda Rivadavia son varias las edificaciones con los mismos problemas, gran cantidad de departamentos, falencias en dispositivos anti-incendios y dificultad para el acceso de autobombas. Sin planificación ni control, la proliferación de construcciones ilegales puede verse en cualquier rincón del municipio.
En en otro extremos, en González Catán existen varios barrios "agregados", viviendas precarias sin ningún tipo de servicio asentadas en terrenos libres, lejos de todo planeamiento urbano o control catastral.
Si bien los consorcios son los encargados de contratar los servicios de mantenimiento, la falta de un organismo de control específico que regule las medidas establecidas desde el departamento técnico del Cuerpo de Bomberos de la Policía de la provincia de Buenos Aires, genera la permisividad necesaria para que los riesgos se hagan presentes.
Por otro lado, las escuelas provinciales tampoco cuentan con medidas de protección ni sistemas de seguridad; de hecho, la solución que se le encontró a muchos edificios propensos a inundarse fue construir pisos extra para dar clases, sin evaluar el daño en los cimientos ocasionados por el agua. Y ni hablar de los huecos para ascensores clausurados por falta de presupuesto.
Según fuentes reservadas vinculadas a la seguridad municipal, hoy en el Partido "ningún edificio con más de cinco años supera un estudio antisiniestral", y en este punto se debe recordar que más allá de las siete mil industrias radicadas, más de dos millones de vecinos conviven y transitan diariamente amparados por el azar.