Non Fiction:
La saga de Ramos Mejía (parte I)
Comenzamos hoy con este cuento que escribió thematito en Blogs Clarin. La situación transcurre en Ramos Mejía y preste atención a como describe nuestra localidad.
Cada bache identifica a Ramos Mejía, es esa ciudad del conourbano bonaerense llena de baches a la espera de su relleno, que descansa en las promesas de un intendente que solo escupió eso, promesas, ganó la elección y todo volvió a la normalidad. Como la plaza de Mayo, enfrente a la estación y a la iglesia, que tardó casi un año en su refacción. Ramos Mejía es ese somnoliento paso a paso de cada obra de infraestructura.
Es, también, un barrio, no de aquellos que ya escasean, pero mantiene algunos códigos. Como los vecinos, que se saludan aunque no se conozcan por nombres. El del mendigo que de tantas veces que pasan por la puerta de tu casa los terminas conociendo, te termina conociendo. El nuestro, el de mi familia, era un enfermo de sida, que venía cada semana por sus monedas habituales, saludaba a mi vieja y le preguntaba como iba con el laburo. No voy a mentir, a primera impresión metía miedo, y un par de veces se enojo porque no teníamos cambio y le pedimos que pase al otro día. Así, desapareció de la nada. No quiero ser morboso en mi pensamiento, solo creo que entendió la escasez de monedas (¡gracias Kristina!) y entendió que pedir billetes era tan difícil como pedir monedas.
Ramos Mejía es donde me crié, y en esos tempranos años de colegio primario y dibujitos animados se podía jugar a la pelota en la calle, en la calle sin salida aledaña a mi hogar se formaban ferias americanas donde los vecinos vendían de todo, y en navidad se armaban bailes en plena cortada, con equipos de música en la calle, sin miedo alguno. No hablo de 1950, me remito a una década, década y media atrás. Sé que eso pasaba en cada barrio, pero yo extraño escuchar el rebote de la pelota en el paredón y el grito desaforado de “gol” de alguna final del mundo imaginaria.
Hace un par de sábados el espectáculo se repitió, en otras condiciones. Siete de la mañana, unos chicos compraron una pelota de goma a seis pesos en un quiosco de la avenida Gaona y, en la puerta del bar donde habían bebido, se pusieron a jugar al fútbol. Esquivaban autos, los eternos baches, otros borrachos, daban un show inédito… ¡fútbol en la calle! Me fui a dormir con una sonrisa.
A los dos días vi a otro grupito jugando en la plaza (esa, la de las refacciones eternas) y con un amigo nos preguntamos hace cuantos años no se veía eso en nuestra plaza. Pasamos todos los días por esa zona, esa fuckin plaza, y desde nuestra época de escolares que no veíamos nada semejante. Los jugadores de fútbol amateur habían sido reemplazados por viejitas y viejitos chismeando, parejitas apretando, paseadores de perros y algunos padres con sus hijos en los derruidos juegos (hoy nuevos). De la nada, ave Fénix, milagro del dios que habita la iglesia cercana, resucitaron los pibes y los arcos de remeras o botellitas, y nos miramos con mi amigo, creo que vimos nuestras caras en esas caras, y aquello era una simple ventana a un pasado que era eso, pasado.
Esquivé un pozo para cruzar la calle, estaba ahí, cerca de mi casa, llegué y en mi cuaderno se me dio por escribir de Ramos Mejía, la de los baches eternos y las obras por construir, la del barrio de vecinos y pibes jugando a la pelota.
Continuará…
thematito
Blogs Clarin ^ Un Poco De Todo (UPDT) ^
http://blogs.clarin.com/un-poco-de-todo/2008/5/15/non-fiction-saga-ramos-mejia-parte-i-
http://blogs.clarin.com/un-poco-de-todo/2008/5/15/non-fiction-saga-ramos-mejia-parte-i-