N.H.T.
Si hay algo que les sobra a los ramences autoconvocados es coraje. Entraron en el Núcleo Habitación Transitorio Santos Vega para mostrar la otra cara de la construcción ilegal que el municipio tampoco controla.
Si las constructoras hacen lo que quieren porque tienen la plata y los pobres hacen lo que pueden que no la tienen, en el medio, queda atrapada la clase media que debe soportar un edificio ilegal al lado de sus propiedades cuando son los únicos que cumplen las normas.
La realidad
El boom inmobiliario que vivió Buenos Aires terminó perjudicando a las personas de menos recursos. Los más pobres no pueden acceder a un crédito y tampoco llegan a pagar un alquiler. Están condenados a vivir en la informalidad de la casa tomada, de la villa, de los hoteles sociales, que cada vez son menos y más caros”.
Cuatro son los grandes fenómenos que caracterizan la cuestión habitacional en Buenos Aires: en primer lugar las villas; en segundo, las casas o edificios ocupados (en varios casos fábricas), en tercer lugar, la población que se alojaba en los hoteles pensión (a cargo del mismo Estado que derivó allí a quienes estaban en emergencia habitacional); y por último aquellos que viven literalmente en la calle”.
La evolución demográfica de las villas de emergencia marca un quiebre evidente durante los años de la dictadura: en 1976 había 28 villas y seis barrios precarios que albergaban a 220.753 personas que fueron erradicados compulsivamente con el proyecto militar de “embellecer” la ciudad.
Las cifras no solo no bajan, suben y conviven, sin embargo, con un período de crecimiento de la economía y el empleo: coexisten aún en la ciudad situaciones de extrema pobreza con altos niveles de riqueza. La recuperación económica no se tradujo en una recuperación social. Cuando se crearon los NHT, ellos no sabían que todo lo transitorio será definitivo.
Descubrimos como ahora estas viviendas tienen varias construcciones en los pisos superiores pero WAF ni siquiera asoma menos un inspector. La necesidad a un hogar hace que vayan creciendo ocupando zonas de calles y hasta los postes de iluminación pública han quedado dentro de las viviendas. Nadie entra para instalar servicios públicos, para proveerlos de gas, agua corriente o teléfonos, siquiera para mudarlos a un sitio más humano, sino para destruir su precariedad.