HAY QUE DARLES PELEA
Mientras los vecinos se reunen a puerta cerrada, el municipio no sabe como salir de la trampa que ellos mismo crearon.
La ciudad de Ramos Mejía, presenta hoy un aspecto espantoso con solo mirar alguna foto del ayer. Cualquier día hábil, a las seis de la tarde, sus esquinas céntricas se transforman en mareas humanas que chocan como olas desconcertadas, bajo torres de departamentos y oficinas, de quince o más pisos, que proyectan su sombra sobre un tránsito intenso y liberado de normas, mientras un viento frío ocupa el lugar que hasta hace poco era del sol. Un torbellino incesante y bullicioso, de un crecimiento edilicio ilegal que mancha nuestro paisaje de gris retumba en nuestros oídos, queriéndonos acostumbrar como algo habitual.
Mi abuelo me cuenta que la avenida Rivadavia era angosta, que era adoquinada, que San Martín tenía como Av. de Mayo un boulevard y reinaban los caseríos de planta baja. Me es tan difícil comprender cómo, en pocas décadas, se han dado tantas transformaciones en el paisaje urbano matando la identidad de un lugar.
Pero debemos seguir peleando, por nuestros sueños, nuestros derechos, por nuestra historia. Ahora más que nunca… debemos estar de pie. Convoquemos a una nueva asamblea al aire libre.