Entre dicotomías, el dilema de tener que optar en una elección
Sebastián Sosa
Pronto llegará la hora de colocarnos de un lado de la trinchera. De un frente, feligreses repitiendo, tal cual loros, los soberbios alegatos inculcados por un político mudable alzado a un pedestal; del otro, como testigos de Jehová, le tocan el timbre a la gente desnudando que están forzados a pensar y actuar de cierta manera para volcar sus creencias.
Atribulado observo el séquito de ambos bandos convertidos en genuinos creyentes por adherir a las consignas que vociferan sus dirigentes sin cansarse bajo todo formato disponible —medios tradiciones, digitales, redes sociales y mensajería—, valiéndose del conocimiento morboso de saber utilizarlos como herramienta de captación.
Quién se hará cargo de recomponer la degradación que se ha permeado en el tejido social que refleja lo que rezó Enrique Santos Discépolo en su famoso Cambalache. "Todo es igual, nada es mejor" al día de hoy queda en plena vigencia.
Nos quieren vender como novedad mundial que el agua y el aceite se juntan, bajo altas presiones, para traer nuevas esperanzas en un país donde las masas avanzan con mansedumbre bovina a llenar urnas. Pero lo urgente, lo importante sigue sin escucharse.
Dejen de robar y vender el país, los ciudadanos estamos hastiados de la clase dirigencial que hace décadas forma parte de las instituciones. Si no soy claro en mi mensaje, por tratar de ser lo más educado posible, a quien le quepa el sayo que se lo ponga.
Llaman desde el llano, espacio al cual pertenezco, a votar en blanco ante la opción de la silla eléctrica o la horca. Entendible, será factible que haya ciudadanos con un broche en la nariz cumpliendo con su deber.
Dicen que hay una tercera vía pero termina al fondo a la derecha. Sepan disculpar mi falta de fe, al día de hoy no me inspira ninguno de los frentes que se postulan en los próximos comicios. Escepticismo con culpa.
Atribulado observo el séquito de ambos bandos convertidos en genuinos creyentes por adherir a las consignas que vociferan sus dirigentes sin cansarse bajo todo formato disponible —medios tradiciones, digitales, redes sociales y mensajería—, valiéndose del conocimiento morboso de saber utilizarlos como herramienta de captación.
Quién se hará cargo de recomponer la degradación que se ha permeado en el tejido social que refleja lo que rezó Enrique Santos Discépolo en su famoso Cambalache. "Todo es igual, nada es mejor" al día de hoy queda en plena vigencia.
Nos quieren vender como novedad mundial que el agua y el aceite se juntan, bajo altas presiones, para traer nuevas esperanzas en un país donde las masas avanzan con mansedumbre bovina a llenar urnas. Pero lo urgente, lo importante sigue sin escucharse.
Dejen de robar y vender el país, los ciudadanos estamos hastiados de la clase dirigencial que hace décadas forma parte de las instituciones. Si no soy claro en mi mensaje, por tratar de ser lo más educado posible, a quien le quepa el sayo que se lo ponga.
Llaman desde el llano, espacio al cual pertenezco, a votar en blanco ante la opción de la silla eléctrica o la horca. Entendible, será factible que haya ciudadanos con un broche en la nariz cumpliendo con su deber.
Dicen que hay una tercera vía pero termina al fondo a la derecha. Sepan disculpar mi falta de fe, al día de hoy no me inspira ninguno de los frentes que se postulan en los próximos comicios. Escepticismo con culpa.
Sebastián es el hijo menor del empresario inmobiliario Jorge Mario Sosa, asesinado en abril de 2016 tras un fallido secuestro exprés en González Catán.