sábado, diciembre 08, 2012

132D

Después de la 125 y el 7D, habría que preguntarse si las similitudes entre los fracasos del Gobierno y la repetición de su puesta en forma de tragedia, son su propia obra.

132D.

La última contratapa de Perfil tuvo en su Metamorfosis a Cobos transformándose en el presidente de la Corte Suprema. Vale preguntarse si las similitudes entre ambos fracasos del Gobierno y la repetición de su puesta en forma de tragedia son su propia obra. Si fueron Cobos y ahora Lorenzetti –en representación de la Justicia– los victimarios o el mismo Gobierno se crea sus propios derrumbes.

La psicología se especializa en descreer de las casualidades humanas. Para esta ciencia los psicópatas son personas agresivas, que no respetan las leyes; sus conductas no se modifican por la exposición a premios y castigos; sus excesos de agresión están producidos por su disposición a crearse continuas frustraciones; hacen sufrir a los demás pero también sufren; abusan de la racionalización para elaborar una seudorreconstrucción del mundo basada en alucinaciones; padecen de ansiedades persecutorias; su principal mecanismo de defensa es la omnipotencia; una salida que institucionalice su hostilidad les permite un equilibrio, pero siempre inestable; tienen un bajo umbral de tolerancia a la frustración sumado a una irresistibilidad impulsiva; su actitud es autoritaria, vindicativa y taliónica; carecen de capacidad para ponerse en el lugar del otro (la visión que tienen de los demás no difiere de cómo se ven a sí mismos); son impermeables a la opinión de los otros; están poco preocupados con las consecuencias de sus actos; con personalidades atractivas y hasta subyugantes, son desconcertantes; incapaces de soportar el aburrimiento; irritables y con tendencia a apostar contra el destino; asombra su despreocupación por el futuro y siempre precisan descargar su excitación.

En su libro Psicopatología, el doctor Joel Zac escribió que el psicópata paranoide “procura constantemente armar un contexto con la finalidad de justificar sus propias convicciones delirantes secretas, que tiene que evitar afloren y lo descubran. Existe en él una fuerte tendencia a la utilización de las racionalizaciones para encontrar adeptos a un modo peculiar y extremadamente arbitrario de descifrar la realidad”.

La perturbación del pensar psicótico emerge en su dificultad para simbolizar. Este gobierno –que se encuadra en varios aspectos de lo que podría llamarse organización psicópata de la personalidad– simboliza en exceso. Con la 125 vio en los piqueteros de la Federación Agraria la reencarnación de los comandos civiles que venían a derrocar a Perón. El 7D lo justificó por los generales mediáticos que eran una continuidad de los generales de la dictadura. Gasta una enorme cantidad de energía en batallas épicas por más que, luego de perderlas (y a veces de ganarlas), nada cambia mucho en el plano de lo real. Hasta hubo momentos donde, si se hubiera aprobado la 125, el Estado habría cobrado menos de retenciones, y más allá del resultado económico no se disputó ninguna batalla de la lucha de clases terminal.

Lo mismo sucede ahora con el 7D: es probable que el Gobierno hasta salga beneficiado por este fallo adverso en la Cámara porque, si al final quedara definitivamente consagrada la constitucionalidad de la Ley de Medios, tendrá una legitimidad de la que hubiera carecido si la Justicia hubiera sido avasallada, y no se podrá decir que vivimos en una dictadura si el Poder Judicial falla contra el Poder Ejecutivo en cuestiones fundamentales. Y, por el contrario, si la Corte hubiera declarado inconstitucional la ley, se ahorró un papelón mayor y al Estado una gigantesca indemnización. 

El kirchnerismo se siente arrasado, pero con la ampliación de la cautelar a favor de Clarín ganaron todos. La sociedad, que recuperó la percepción de división de poderes, obviamente Clarín y todos los críticos del Gobierno, pero también el kirchnerismo. Si lo que le interesa es que verdaderamente se aplique la Ley de Medios y, como dice, cambiar la matriz del poder, precisa de la legitimidad que le otorgaría la aprobación por parte de los tres poderes y así ganar su perdurabilidad más allá de su mandato.