viernes, agosto 17, 2012

Se metió con los popes de la noche y lo desfiguraron

Miguel Presa denunció a los bares de Gaona que funcionan como boliches, y de repente una patota le desfiguró el rostro. Contó los detalles a 24CON




Hace varios años que Miguel Presa viene reclamando por los ilícitos que ocurren en su ciudad, Ramos Mejía. Construcciones truchas, terrenos usurpados y, últimamente, había comenzado a realizar una suerte de inspección en los bares del picante corredor de la Avenida Gaona, uno de los epicentros de la noche del Oeste del Conurbano. 

El viernes 3 de agosto, junto con 12 vecinos, Presa salió de ronda para realizar encuestas sobre los locales nocturnos, que él asegura, “figuran como bares pero son boliches y no están habilitados como tal”. Cerca de la medianoche, con un par de encuestas terminadas bajo el brazo y avisados a la policía de que andaban de ronda, como salvaguarda de que los intimasen, el referente de las quejas vecinales se dirigió a un quiosco ubicado sobre una de las calles que corta la avenida: Güemes al 150. Allí, sin mediar palabra, le dieron una brutal paliza. 

“Venía caminando y un tipo me tira una trompada, la esquivo y lo agarró del cuello y en ese momento alguien me pegó de atrás y caí inconsciente”, contó a 24CON. Cuando se despertó estaba tirado en el mismo lugar pero con signos de que el festín de la golpiza había continuado. Los desconocidos se habían descargado por completo. Tenía la oreja cortada y ambos párpados abiertos. La sangre fue tanta que un charco le arruinó el pantalón. 

La suerte corrió del lado de Presa porque tiene el aval de los vecinos. “Uno de ellos me ayudó y me llevaron al hospital de Haedo” (N del R: Hospital Interzonal de Agudos Dr. Luis Güemes). Los médicos le aplicaron varios puntos de sutura, lo revisaron y le hicieron estudios para saber si los golpes le habían provocado lesiones en el cerebro. Pasó 12 horas internado y por el hecho acusa a la mafia de los dueños de la noche de Ramos. 

Es que, de acuerdo a su propio relato, desde que comenzó a interferir entre los popes nocturnos de la famosa Gaona, la situación se puso más densa. Los molestó. “Esa noche personal del ReBa (Registro Provincial de Comercialización de Bebidas Alcohólicas) había clausurado el boliche Antoniette (ubicado sobre Alem 475, más conocida como “Segunda Rivadavia”), porque no cumplía con la reglamentación necesaria para funcionar. Pusieron las fajas, pero más tarde empleados del lugar las rompieron y nosotros los denunciamos”, aseguró. 

Eso ocurrió horas antes de que despertase con la cara inflada “como un tomate”, dijo. Entonces relacionó la denuncia de Antoniette y sus patovicas con los tajos en su rostro. Lo curioso para él es que la semana anterior al violento episodio y a la clausura, “Daniel Feity, titular de la Secretaría de Planificación Operativa y Control Comunal del municipio había estado en el local y no lo había clausurado”. Sin olvidar que este comercio cuenta con el aval del HCD local, donde se le otorgó una excepción para funcionar ya que por su cercanía con instituciones escolares y de salud, no podría estar en pie debido a una ordenanza (14.218) que así lo indica. 

A las doce horas, Presa tenía dos puntos en la oreja, cuatro en el párpado derecho y otros dos en el izquierdo. Las marcas también son una pista para el comisario Luis Sarandeses, jefe de la distrital 2da. de Ramos Mejía, quien, perjura la víctima, está contra los ilícitos de la noche. “Me dijo que estaban actuando de oficio para ver qué podían resolver y que también iba a pedir las cámaras de seguridad comunales”. 

Todo viento en popa, salvo que la fiscalía interviniente es una piedra en el camino del caminante. La Nº9, confió a este medio, intervino en otro episodio violento que tuvo como protagonista a Presa, “y nunca resolvió nada”, lanzó. Supone que lo tienen de punto. 

Fue una noche en la puerta del boliche Skylab (Juan Manuel de Rosas 5558, San Justo). Yo estaba de ronda con Rubén Carballo (padre de Rubencito, el chico presuntamente asesinado por la policía tras un recital de Viejas Locas) y vi cómo cinco patovicas le pegaban a un pibe y los policías que estaban en la puerta no hacían nada. Me metí y me golpearon. Además me sacaron la cámara de video y me rompieron la cinta”. Ese momento, hoy anecdótico, terminó archivado en el algún papel de la Fiscalía Nº9.