miércoles, junio 20, 2012

Superávit de mierda

El intendente se jacta de su buena administración mientras miles de chicos no comen ni estudian en La Matanza

Barrio Nicole. Su nombre proviene de la frase “Ni colectivos, ni colegios”  

El barrio Nicole, es una de las zonas más dolorosas de La Matanza, en ese lugar viven como pueden, cientos de niños que conocen lo que es la necesidad, condenados a beber agua que los enferma, a jugar en sus ratos libres entre basurales a cielo abierto, calles de tierra y un arroyo contaminado. Los vecinos exigen que el Estado Municipal, construya plazas, polideportivos, que cumpla con la orden judicial que lo obliga a proveer al barrio de agua potable y garantice a los niños las herramientas sociales que le permitan tener una esperanza de futuro. 

Niñez desprotegida

El barrio Nicole comenzó a ser construido en 1997, los terrenos fueron loteados por la Secretaría de Tierras de la Provincia de Buenos Aires y de La Matanza, pero al poco tiempo las manzanas linderas al relleno sanitario fueron declaradas no habitables y se prohibió vivir ahí. De todas maneras, el nacimiento del barrio ya era una realidad innegable. 

Este asentamiento con más de 1.400 viviendas que albergan a unas 5.600 personas, es una de las zonas más carenciadas del Distrito, está ubicado en el Km 35 de la Ruta 3, localidad de Virrey del Pino, y su nombre proviene de la frase “Ni colectivos, ni colegios”. Las familias no tienen energía eléctrica de manera regular, las cloacas no existen, el agua corriente es una promesa más sin cumplir y solo cuentan con una calle asfaltada que es la única entrada al barrio, mientras que las zonas recreativas brillan por su ausencia. 

Cientos de niños que crecen allí, detrás de la CEAMSE, lo hacen con sus necesidades básicas insatisfechas. Sus derechos a tener un servicio de salud, seguridad, esparcimiento y educación, están siendo día a día vulnerados por un sistema político y social que prefiere ignorar que en el Km. 35 de la Ruta 3 existe una infancia que está siendo arrebatada.




A medida que uno ingresa al barrio, se puede percibir el olor que emite la CEAMSE, escuchar el molesto e incesante ruido de los camiones que entran y salen de ese relleno sanitario y los basurales a cielo abierto en las esquinas. La mayoría de las casas construidas a la vera del arroyo Morales, son las más precarias, con techos y paredes de chapa y cartón, pisos de tierra y pasto, muchas no cuentan con un baño y ante esa carencia tiran los desechos directamente al arroyo. 

El agua que consumen posee, según las pericias realizadas por el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional, metales pesados como plomo, cromo y arsénico, causados por los líquidos lixiviados que emite la CEAMSE. Parte de la contaminación culmina en el arroyo Morales, en el que los días de verano los niños utilizan como piscina para refrescarse. 

En el año 2005, a raíz de la denuncia penal 2.993, iniciada por los vecinos autoconvocados de la CEAMSE, el Juez Federal en lo Criminal y Correccional a cargo del Juzgado N°3 de Morón, Juan Pablo Salas ordenó al Municipio de La Matanza y a la Secretaría de Política Ambiental la provisión de agua potable en los barrios aledaños al relleno sanitario, entre ellos Nicole. Los vecinos denuncian que esa medida nunca se cumplió. 

Las familias son numerosas en su mayoría, y pese a que se entiende que el agua no es apta ni para cepillarse los dientes, los habitantes no encuentran salida, se ven obligados a bañarse, cocinar, beber y limpiar con ese agua que los envenena. 

Carla Guerrero vive en el barrio desde hace 15 años, tiene cinco hijos, de los cuales dos tienen graves problemas de salud, los médicos lo adjudican al consumo diario de agua contaminada con metales pesados, sumado a que su hogar esta solo a cuatro cuadras del relleno sanitario y del arroyo Morales. 

El hijo menor de Carla tiene tres años y desde su nacimiento debe lidiar con repetidos problemas respiratorios, “sus pulmones están delicados y los doctores me dicen que es por la contaminación ambiental y no puede reponerse”. 

Mientras que su niño de 10 años, perdió el sentido de la vista al nacer, “debido a una toxoplasmosis congénita”, la tarea de asistir a sus hijos menores se complica, ya que el barrio solo cuenta con una sala de salud que funciona de 8 a 14 y por lo que “la mayoría de las veces los números que dan no alcanzan para atender a la gran cantidad de pacientes”. 

El tema de la inseguridad lo vive con sus hijos de 14, 15 y 16 años que sufren constantes robos durante el camino de la casa a la escuela, “pero eso a nadie le importa”, criticó la mujer. Además detalló que “son muchísimos los problemas que existen en el barrio, el agua es uno de ellos, está contaminada y encima nos la cortan cada dos por tres, tengo que comprar agua mineral para beber y para bañar a los chicos o limpiar la casa tengo que caminar más de 15 cuadras hasta la ruta y allí cargar baldes”. 

Consultada acerca de las actividades de los niños durante las horas de ocio remarcó que “no hay absolutamente nada, están metidos en las casas, no hay ni una sola plaza, no hay seguridad, las ratas y basura están en cada esquina, es todo muy feo”. “La verdad es que se vive en una desprotección total, me dan ganas de irme porque no veo el progreso, mis hijos no tienen futuro en estas condiciones. 

Acá no hay nada. No hay un futuro”, lamentó. “En cuanto tenga la oportunidad de salir de acá y sacar a mis hijos de este lugar, lo voy a hacer sin dudar, pero es todo tan difícil para nosotros”, finalizó. 

Por su parte, Miriam Carabaral, vive frente a la Escuela Técnica 13, en la entrada del barrio y lamentó que los niños están en un “estado de abandono increíble, duele saber que nadie hace nada y que no importa lo que pueda pasar con ellos”. “Los chicos no tienen nada que hacer, los encontrás drogándose en las esquinas y es muy triste porque cada vez se ven desde más chiquitos. 

Los padres trabajan todo el día y no tienen quién los controle, se encuentran con pibes más grandes que se drogan y quedan pegados, hay muchas problemáticas acá y poca ayuda”, analizó. “El contexto social en el que están viviendo los chicos acá, es la nada absoluta, no hay visión de futuro, se ve el abandono mismo. Acá se vive a la orden del día”, finalizó. 

La docente Norma Sosa, de la escuela Técnica 13 aseguró que los niños en el barrio Nicole viven en una “absoluta precariedad, con la falta de todo, no hay lo imprescindible como el agua potable, que por resolución deberían estar recibiendo y no es así. Sabemos que el agua no sirve ni para bañarse y se usa para tomar, no tiene sentido. No hay asfaltos, no hay plazas. 

Acá hace años prometieron desde Secretaría de Deporte de La Matanza un polideportivo que se construiría en un predio cercano a la escuela, pero nunca se realizó”. En esta línea agregó que “es duro para los chicos porque acá no hay nada, no tienen un lugar donde ir, no tienen un lugar donde parar más que las esquinas y allí hay mucha exposición a todo, a la droga, al alcohol. Parar en la esquina implica estar expuesto a todo eso. Nosotros reclamamos en todas las áreas, pero no nos escuchan”. 

Consultada acerca del trabajo del Estado Municipal en la zona expuso que “la contención del Estado no se ve, básicamente el barrio no es escuchado en sus reclamos”, la energía eléctrica es otro de los problemas que deben sortear las familias, en esta época de frío intenso no pueden “ni prender una estufa, porque salta toda la conexión”. 

Sosa aclaró que la gente “pide que se les instalen medidores para tener luz de manera permanente, porque a cada rato se corta. Recordemos que en su momento esto era un barrio ideado por el Estado y solventado por el Banco Provincia, surge como un plan de vivienda y las primeras familias compraron de buena fe.

Este espacio que se inunda, que está cerca a la CEAMSE, hay toda una situación incoherente y fatídica”. “El barrio ha crecido muchísimo, últimamente se extendió hacia la vera del arroyo (Morales) y es impresionante ver las casas y el basural de fondo. Chicos que viven a dos metros del arroyo sin cloacas, sin baño, sin agua potable, de forma precaria.

Las falencias que pasan nuestros pibes y sus familias son terribles”, detalló la docente. Miguel Novoa está a cargo de un comedor dentro del barrio, atiende diariamente a 200 niños y describió que los chicos “sufren mucho frío, es insoportable, además muchos están enfermos y eso es un problema porque no le dan la medicación, cuando se engripan la mayoría no termina de tomar los antibióticos”.

También hizo hincapié en la falta de espacios recreativos que contengan a los jóvenes en las horas libres, “acá no hay nada. Se vive el tema de la droga y ves a pibes buenísimos consumiendo, como no hay nada que hacer están con el porro, no tienen nada más”. “Es necesario que llegue el deporte al barrio, los chicos necesitan sí o sí algo para hacer.

Esa sería una manera de revertir las cosas a largo plazo”, sintetizó Novoa. Mónica Riarte, vive a la entrada del barrio y en diálogo con periódico S!C resumió que “apenas se habitó esto comenzó la lucha de las familias humildes por vivienda, salud y educación y entre tanta lucha nos olvidamos del ámbito deportivo, una vez que los chicos crecieron nos encontramos con el déficit de lugares para que gasten sus energías, nos quedamos ahí y los chicos no tienen un espacio en el que puedan ser contenidos y canalizar su energía”.

Berta Núñez de la Organización Social Por la Dignidad Red de Madres por la Vida consultada acerca de la relación entre el consumo de droga y los niños en el barrio Nicole, opinó que “el Barrio Nicole de la Matanza, es como tantos otros barrios de nuestro país, aquí la droga avanza”.




En esta línea expresó que “sin lugar a dudas que la primera responsabilidad de que nuestros hijos se droguen, es nuestra, es de los padres, pero también es cierta que esa responsabilidad es compartida con muchos actores y fundamentalmente por los gobiernos adictos al poder por el poder mismo. Vaciados de la sensibilidad que solamente la pueden dar los principios basados en el respeto de lo humano y valorar la vida”. 

Más adelante, opinó sobre la discusión de la ley por la despenalización, y consideró que “en este momento, así como estamos nada cambia, en realidad hay que discutir el sistema de contención social, el sistema de salud, el sistema educativo, la distribución del ingreso, la recomposición de la red social. 

Solo un programa con políticas integrales y de inclusión, ayudará a nuestros hijos, para que una vez hecha la recuperación salgan a un mundo en donde sean tratados como personas en un marco de verdad, justicia, amor y comprensión”. 

Piden una sala de salud las 24 horas 

La unidad de salud del barrio Nicole se encuentra ubicada sobre la calle 8 entre la 162 y 63, cuenta con servicio pediátrico, médico clínico y ginecología, atiende diariamente en el horario de 8 a 14, y no cuenta con un servicio de emergencia, ni ambulancia. 

Según coincidieron los entrevistados, “son pocos los profesionales que hay en la posta sanitaria y no dan abasto con las consultas” y se remarcó que “es necesario que exista una atención primaria de urgencia y que ese servicio funcione las 24 horas, para que las familias tengan un lugar dentro del barrio en el que recurrir a cualquier hora”. 

“Los chicos del Barrio Nicole sufren las consecuencias de la contaminación. En el hospital del Km 32 se atienden enfermedades como lupus, púrpura, leucemia, distrofia muscular, citomegalovirus, síndrome de Wolff y retrasos madurativos. Todas, relacionadas con el grado de polución del aire y el agua, a la que los vecinos están expuestos”, aseguró un informe de la ONG Un Techo para mi País. 

Mónica Riarte vive en la entrada del barrio y denunció que “hay varias cosas por arreglar, acá no es como otros barrios, es todo muy complicado, tras mano y que la sala de salud atienda solo hasta el mediodía y otorgue pocos números no alcanza, necesitamos que nuestros chicos tengan más atención”. 

La mujer destacó que muchas de las urgencias médicas son resueltas por medio de la misma solidaridad de los vecinos que se unen y solucionan el traslado, con alguno que tiene auto y se hacen cadenas de llamados para lograr llevar a las personas al hospital del Km 32, pero, lamentó que “funciona tan mal ese hospital, nunca hay pediatría, es difícil todo”. 

Además denunció que “al recorrer las casas del barrio, se puede encontrar que en cada una de las familias hay por lo menos un habitante que padece alguna afección en la piel, problemas respiratorios, estomacales, entre otras enfermedades. El agua que se consume y estar en medio en un basural y un arroyo contaminado tienen muchísimo que ver con lo que pasa acá”, lamentó Riarte. 

Después aclaró que “tampoco se soluciona hirviendo el agua, porque en éste caso al hervir el agua los metales pesados se potencian y es peor. Y por más que compremos los bidones de agua para beber, nos contaminamos con solo bañarnos. Nosotros volvimos a presentar un petitorio en el que exigimos que se cumpla con el suministro de agua, pero no somos escuchados. La solución sería que llegue a nosotros el agua de red”. 

“Termine acá, pero espero salir pronto” 

Elena, alquila junto a su hijo Rodrigo de 12 años una casita a la vera del arroyo Morales, ellos vivían en la entrada del barrio, pero al separarse de su pareja terminó alquilando por 100 pesos mensuales un espacio de 2 x 2 al que le falta absolutamente todo, el techo y paredes son mitad cartón y mitad chapa, el piso interior es de tierra y pasto, allí cuenta con dos colchones y dos frazadas, una pequeña mesa y un lugar en el que prende el carbón para cocinar y calentarse. 




“No podemos prender la estufa porque nos pasan luz por medio de un cable que es de teléfono”, explicó Elena, y esa conexión paupérrima, también debe pagarla mensualmente “a un vecino de la otra cuadra”. Su hogar no tiene baño, cuenta con incontables goteras y grietas que no detienen el viento, pero Elena proyecta, “estoy arreglando esta parte de afuera para poner un baño, el inodoro ya lo tengo, lo dejé en la casa de una vecina para que me lo guarde”. 

En diálogo con periódico S!C, se mostró fuerte y con ganas de salir de ese lugar “para poder darle alguna esperanza de futuro a Rodrigo”, durante esa frase fue el único momento en el que se le quebró la voz y se le empañaron los ojos de lágrimas, lo dijo mientras miraba a su hijo corretear a la vera del arroyo junto a otros niños. 

“Estamos viviendo en este lugar hace dos meses, terminé acá pero espero salir pronto, veré qué puedo hacer, me las arreglo vendiendo cosas. No pido y tampoco mando a pedir a mi hijo, lo aclaró porque sé que hay muchos que usan a los pibes para pedir, yo no, porque si tuve cara para traerlo al mundo, tengo cara para mantenerlo”, mencionó. 

Rodrigo tiene la cara y parte del cuerpo con granos y picaduras de insectos, en la sala de primeros auxilios que existe en el barrio le dijeron que los sarpullidos se deben al contacto del pasto y la tierra e irónicamente le recomendaron que intente evitarlos. 

“Está todo brotado, es un bicherio adentro de la casa. Además hace mucho frío y eso le afecta a él y a mí. Yo uso carbón para cocinar y calentarnos, porque tengo una cocina pero no tengo la garrafa, está muy cara, no la puedo comprar. Nos arreglamos como podemos, intentamos avanzar como podemos, pero para mí, esta situación es un sufrimiento terrible”, puntualizó. 

“Otra cosa que no tengo es agua, camino tres manzanas para retirar agua de una cañilla. No entiendo cómo caí acá, yo vivía en paz, esto lo veía como ajeno, lo veía de lejos y me preguntaba cómo hacía la gente para vivir entre la basura y ahora me tocó a mí. Necesito ayuda, alguien que me dé una esperanza de que algo puede cambiar”, lamentó. 

Finalmente, señaló que necesita de manera urgente “colchones, frazadas, estos días de frío tenemos una frazadita para cada uno, entonces dormimos los dos juntos para no congelarnos. Mi deseo sería que alguien me diga te conseguí un lugar, es muy terrible esto, te da miedo estar acá”, concluyó.